Por Maestro Maitreya
El Derecho Budista enfrenta el enorme desafío de ser el guardián ético de los sistemas democráticos del mundo, afianzando la función responsable y socialmente comprometida que tienen los activistas de derechos humanos como condición indispensable para la salud republicana y pluralista de la civilización planetaria. El Maitriyana es un defensor de los valores espirituales, entendiéndolos como una práctica indisociable de la responsabilidad y el compromiso con el Propósito (Dharma) de un mundo mejor. Por ello, el Derecho Budista es independiente de todos los poderes estatales y corporativos, desarrollándose como un contrapoder cultural que impone la ética tanto a las comunas espirituales (sanghas) del pueblo búdico como al resto de la comunidad internacional. El Maitriyana no acepta ser confundido con una expresión reducida a lo religioso, que es la manipulación de la mente a través de ideas engañosas, pues se acerca más a una razón avanzada que reproduce la Sublimación y Purificación de las pulsiones y pasiones. El Derecho Budista adhiere al ideal de una sociedad orientada hacia la educación, la cual se entrelaza con la paz, la justicia social y la ecología, guiando a la humanidad a través del criterio de respeto por el mundo interno y externo. Al ser una voz cultural íntegra, el Maitriyana adhiere al proyecto de una República de la Ley (Dharma), donde los activistas sociales tienen la tarea de vigilar estrictamente a los gobernantes, legisladores y jueces, para que éstos sean eficaces, efectivos e incorruptos. Ésta es la clave para construir un mundo mejor, pues los Estados tienden a degradar paulatinamente sus sistemas democráticos y republicanos, lo cual también se relaciona con la modificación de las relaciones sociales que en la contemporaneidad son basadas por la superficialidad y la tecnología. De esta manera, el Derecho Budista trabaja por el ascenso de un nuevo tipo de civilización que no esté basada en la mera mutación tecnológica sino en la profunda evolución ética. Esta transformación espiritual de la humanidad es crucial para sobrevivir la autodestrucción de la civilización capitalista y los gobiernos autoritarios. En este sentido, el Maitriyana propone ir más allá tanto del capitalismo salvaje como del comunismo dictatorial, buscando la consolidación de la democracia directa como única vía capaz de revolucionar la política, economía, cultura y medioambiente, creando maneras para dotar a la sociedad planetaria con la capacidad de toma de decisiones. Así, los activistas sociales emergen en una sociedad globalizada para hacer frente a las injusticias del sistema gubernamental y corporativo, sin caer en el odio y el resentimiento. El Derecho Budista se expresa entonces como un nuevo movimiento metapolítico que impugna a los gobiernos y cortes penales que son carentes de ética y rectitud. Por lo tanto, los maestros espirituales potencian la Libertad, Igualdad y Fraternidad en todos los puntos del planeta, pero al mismo tiempo critican la superficialidad de una sociedad en la que todos hablan y nadie escucha. Las antiguas experiencias de los pueblos tribales aportan al Maitriyana una tradición de renacimiento cultural en la que se protegen los derechos fundamentales tanto del sujeto como de la naturaleza. Esta síntesis entre el pasado y el futuro convierte al Derecho Budista en una utopía anclada en el presente, abriendo el Camino para la evolución en el aquí y ahora. Los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas) enseñan entonces a los activistas sociales cómo luchar adecuadamente contra la codicia, odio y engaño del Poder hegemónica, denunciando la corrupción y la impunidad de los Estados y las corporaciones. Para el Maitriyana es clave el abandono de los intereses individualistas y las concepciones egoístas, desarrollando un liderazgo ético renovador que tiene Atención Plena a las necesidades esenciales de la sociedad. Mientras la economía capitalista se estremece y la política autoritaria es denunciada por su corrupción, crece una generación de activistas sociales que lucha pacíficamente contra la ilegitimidad de las instituciones. Sin embargo, para que esta lucha no sea un simple sentimiento de desconfianza, el Derecho Budista aporta un rumbo ético sin el cual los activistas sociales y los sistemas democráticos pueden pervertirse y derrumbarse. En definitiva, la función de los maestros espirituales es mostrar la Verdad, atravesando el velo de lo Oculto y desenmascarando lo Real. Al formar parte de una Espiritualidad con dos mil seiscientos años de historia, el Maitriyana hace una llamado al pluralismo, el cual es una cualidad sin la que los activistas sociales no pueden trabajar correctamente. El pueblo búdico siempre ha sido pluralista y democrático, permitiendo la multitud de voces, estilos y modos de ser. No obstante, esta actitud de Apertura (Sunyata) no significa carecer de la capacidad para fijar límites al Poder gubernamental, desplazar no-violentamente a los gobernantes y ofrecer otras alternativas mejores. Precisamente, la tarea del Derecho Budista es proteger el pluralismo democrático, aceptando las diferencias sociales y simultáneamente proponiendo dar un paso evolutivo en el sistema de civilización. Obviamente, esto presupone denunciar la agresividad, intolerancia, divisionismo y desigualdad de las sociedades materialistas. El desafío del mundo contemporáneo no debe consistir en la acumulación de dinero y poder, sino más bien en la acumulación de aprendizaje y bondad, incorporando la experiencia y voluntad de los activistas sociales para tener mejores sistemas ejecutivos, legislativos y judiciales. Por ello, la función del Maitriyana es la tarea de construir una sociedad más justa e inclusiva, enseñando que los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas) tienen mucho que decir acerca de cómo cumplir este Propósito (Dharma). Los aprendices deben vivir desde esta senda de rectitud y abnegación como único horizonte para su pensamiento, habla y acción. El Derecho Budista, como Espiritualidad Socialmente Comprometida, está posicionado en la historia como el Camino más digno para el desapego de la guerra, la injusticia, la ignorancia y la contaminación, promoviendo la renovación democrática de la comunidad internacional. De este modo, mediante la práctica de la razón contemplativa, el maestro espiritual desarrolla en la sociedad áreas de pluralismo y utopismo, recomendando a los activistas sociales denunciar cuando hay que denunciar y criticar cuando hay que criticar, tal y como enseñó Raymond Aron. Para el Maitriyana, se debe prohibir al sujeto reflexionar acerca de lo deseable independientemente del bienestar de los demás, pues sólo este compromiso social puede salvar a la civilización de su cuasi inevitable autodestrucción tecnológica en curso. No obstante, esta necesaria evolución ética y espiritual conserva las antiguas enseñanzas de los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas) que han conducido a la humanidad hacia el Despertar (Bodhi) o la Cura (Nirvana) del sufrimiento. Por ello, evolucionar es volver a las fuentes, manteniendo la vía de la Liberación y reconstruyendo el tejido de la cultura espiritual de los pueblos tribales.