Gautama con Freud: Atención Plena Flotante
El Psicoanálisis Budista se diferencia de la psicología clínica porque requiere de haber finalizado una práctica analítica meditativa. En efecto, para habilitar éticamente la práctica espiritual del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) se requieren de tres pilares fundamentales: haber finalizado un proceso de meditación analítica, liberando a la mente de las cadenas del apego y encaminando a la consciencia hacia el acontecer del Ser Despierto (Buddha); haber completado la formación teórica, recibiendo la transmisión del espíritu de la investigación del Propósito (Dharma); y contar con el acompañamiento de otros colegas capaces de supervisar la propia práctica contemplativa dentro de una Comuna de aprendizaje (Sangha). Estos tres requisitos para el ejercicio ético[1]del Maitriyana son las joyas analíticas meditativas indispensables para el desarrollo de la Atención Plena y Flotante del maestro espiritual.
En este sentido, todo genuino psicoanalista budista debe ser un experto meditador, perfeccionando la escucha de lo inconsciente mediante lo que el Maestro Lacan denominó como el entrenamiento de la tercera oreja. En el Psicoanálisis Budista esto es concordante con el desarrollo cualitativo del tercer ojo, el cual es la apertura de una visión existencial capaz de atravesar el dualismo imaginario y percibir directamente a la Vacuidad y Totalidad de la vida.
Obviamente, por tratarse de un movimiento de veintiséis siglos de experiencia, no es exagerado anunciar que muchos psicólogos clínicos conocen más a las enseñanzas de los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas) que a las enseñanzas de Sigmund Freud y Jacques Lacan.[2] Esto se debe a que la Espiritualidad Budista es una práctica metapsicológica que trasciende lo especulativo, teniendo un profundo interés por aliviar[3] y liberar al aprendiz de su sufrimiento neurótico mediante el Desapego y el Amor Compasivo.
Más allá de de los hallazgos de la comunidad neurocientífica[4] que consideran que el entrenamiento psíquico de la meditación analítica y su método de Atención Plena inducen no sólo cambios neuronales de corto y largo alcance[5] sino también el adiestramiento de la amígdala,[6] el Maitriyana señala que el rasgo principal de la práctica analítica meditativa es la producción de un estado de consciencia ampliada y superior (ECA-S), que es la sobria y postconvencional presencia del bienestar, la espontaneidad y la libertad.[7] Esto instaura un cambio profundo en la cotidianeidad del ser-en-el-mundo, haciéndolo al sujeto mucho más responsable y comprometido con la vida al aproximarlo al Sentido de su existencia y poder conocer tranquilamente su Sí-mismo.
Al producirse una transformación existencial en el aprendiz, la cotidianeidad cambia inevitablemente, pues la trascendencia del Ego produce una mente completamente radical. Por ello, el maestro espiritual puede resolver lazos de apego más éticamente que cualquier ser humano, estando en un constante estado de apertura frente al devenir.
Evidentemente, muchos psicoterapeutas no han pasado por el fin-de-análisis meditativo, por lo que no están capacitados éticamente para dirigir el proceso de la Cura (Nirvana) y funcionar como un guía espiritual o partero de subjetividades.[8] En cambio, el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva), por haber solucionado sus propias cuestiones narcisistas, no confunde a la Espiritualidad con la religiosidad, considerando que enriquecerse teórica y prácticamente del Psicoanálisis Budista conlleva perderse en la frontera delicada del Maitriyana. Precisamente, es una frontera delicada por tratarse de un Discurso Analítico transdisciplinario que tiene como objetivo fundamental superar todas las circunstancias psicológicas adversas por medio de una nueva modalidad subjetiva. Esto es factible no sólo por la numerosa evidencia científica de que la meditación analítica perfecciona drásticamente la atención del sujeto, sino también por el aval y autoridad que tiene el Psicoanálisis Budista como propuesta superadora del medio terapéutico al nutrirse de la perspectiva no teísta y no-idolátrica del Maitriyana. Así, se eleva un Discurso Analítico que diferencia rotundamente a la religión de la práctica espiritual,[9] dentro de la cual se inserta la síntesis del Psicoanálisis Budista.[10] Por ello, el futuro de la psicología es inseparable del Maitriyana, el cual desarrolla potencialmente tanto la capacidad de Atención Plena como la actitud ética de todo psicoanalista budista. En concordancia con los Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas), el psicoanalista budista considera como ética no sólo a la esencia de un trabajo analítico meditativo que tiene una escucha y una atención desarrollada hasta su máxima capacidad, sino también a la dirección y propósito de la Espiritualidad contemporánea. El Psicoanálisis Budista posee las herramientas teóricas y prácticas que son necesarias para cumplir con dichos retos, invadiendo lenta e imperceptiblemente la existencia profunda de los practicantes y profesionales de la psicología.
El crecimiento espiritual es un proceso de toma-de-consciencia de las dimensiones profundas de la subjetividad, como el nacimiento, la sexualidad, los vínculos y la muerte. Estos rasgos constituyen los ejes medulares del Camino de transformación del aprendiz. El comienzo de este recorrido siempre inicia con la primera experiencia de la angustia que conlleva para el sujeto asumirse como un ser sexuado y mortal, comprendiendo que inevitablemente va a evanescerse en la Nada. En este sentido, el Psicoanálisis Budista afirma que lo único que necesita el aprendiz para hacer-frente al sufrimiento que implica la existencia es contar con un otro capaz de escuchar y prestar atención éticamente. Este especial y significativo tipo de atención, tan diferente de la del médico, es la actitud y esencia ética de la práctica analítica meditativa del maestro espiritual. Por ello, junto con la aptitud y el perfeccionamiento teórico, un psicoanalista budista debe contar con la actitud ética propia de todo proceso de Atención Plena. Esto implica que el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) transmite a través de su presencia una capacidad para abrirse a lo desconocido y descubrir el secreto latente de su Sí-Mismo Real que trasciende a la dualidad neurótica. La Atención Plena, impregnada de sentido por la meditación analítica, se fundamenta en el acto de fe propio del proceso de creer en lo inconsciente, que es esa creencia que proclama la existencia de la Verdad oculta del sujeto.[11] Al poner en suspenso la propia subjetividad, el Deseo-de-analizar del maestro espiritual se caracteriza por una Atención silenciosa y paciente que encarna la imaginación y la humildad, creando así las condiciones atmosféricas para que el aprendiz establezca un contacto y cuidado íntimo de la subjetividad. Esto requiere de una sed permanente de búsqueda de lo Real, trascendiendo las racionalizaciones e intelectualizaciones defensivas del Ego para aliarse con la espontaneidad y libertad del Verdadero Ser. De esta manera, la esencia ética del complejo proceso de Atención Plena permite el emerger de un sujeto auténtico y autodeterminado, el cual asciende al Proyecto existencial por medio del aprendizaje espiritual. Es por ello que se trata de una actividad analítica meditativa que por medio del amor[12] agapiano hacia el aprendiz logra sublimar misteriosamente la práctica del ser-en-el-mundo.
Para el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva), prestar atención al otro de una forma constante supone un estado de apertura y sacralización de los vínculos subjetivos. A esto se debe que el Maitriyana, en concordancia con Freud y Lacan, denomine al fenómeno de la transferencia como un artilugio que es capaz de representar un amor no directivo, real y puro.
Otro rasgo de la esencia ética de la meditación analítica es la interpretación, siendo el instrumento profesional que es siempre el fruto de una práctica paradojal (koan) que atraviesa toda la existencia. Además, para el mismo Psicoanálisis Budista, el término Atención deriva del tender hacia, estableciendo un lazo de reunificación o reconciliación hacia un objeto, un otro o un proyecto. Obviamente, esta tendencia hacia otro que realiza la Atención Plena implica una reestructuración de los vínculos que han tejido la subjetividad simbólica del sujeto, lo cual evidencia que la práctica analítica meditativa erige un nuevo tipo de mente al reconstruirla mediante un puente y vínculo espiritual sustentado en la plataforma espiritual del Amor-a-la-verdad. En este sentido, el psicoanalista budista es un artista de la atención, iluminando al aprendiz mediante señalamientos e interpretaciones que lo ayudan a descubrir y responder el oscuro significado de su existencia.
Así, el complejo ejercicio de la Atención Plena del maestro espiritual se caracteriza siempre por una curiosa cortesía y respeto por el otro, siendo un cuidado y un amor no-reflexivo que mantiene éticamente el conflicto y la tensión para que el sujeto pueda observar y reconocer su Verdad, ambos tomándose de la mano espiritualmente.[13] Este acompañamiento contemplativo del psicoanalista budista implica una renuncia a la posición de poder psicológico que caracteriza al psicoterapeuta tradicional en la cual se vigila y acecha la subjetividad con el fin de fijar una relación que en realidad siempre debería estar sustentada por la libertad.
A pesar de la superficialidad que ordena las circunstancias del ser-en-el-mundo, la Atención Plena del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) se caracteriza en todo momento por la captación directa de lo Real mediante una escucha aguda, una mirada profunda y una boca capaz de absorber palabras. Obviamente, esto es algo muy difícil de lograr, ya que cuando no acontece la Sublimación (Nirodh) puede producirse una inmovilidad y parálisis de la mente, junto con una tristeza y nostalgia posterior debido al embelesamiento y arrebato de sentido que tiene la cautivante producción del amor.[14]
La articulación Gautama-Freud permite esclarecer que ese esencial una actitud constante de Atención Plena y Flotante sin la cual todo psicoterapeuta no encontraría más que lo que ya sabe.
Precisamente, el Maitriyana cultiva la Atención Plena por medio de la meditación analítica, la cual es una práctica milenaria que comprende los alcances metapsicológicos de la experiencia mística, encontrando no sólo una técnica sino también un lenguaje apropiado para representar el proceso significativo del Despertar (Bodhi).
Al superar la angustia, la melancolía y la frustración existencial, el método de la Atención Plena se convierte en la enseñanza trascendental del maestro espiritual a su aprendizante. Ergo, el Arte de la Atención Libre y Flotante es estructurada y asentada sobre la plataforma de la práctica analítica meditativa. El Psicoanálisis Budista reconoce entonces que el objetivo y práctica de la Atención Plena son los mismos tanto en Freud, Searles o Bion como en los grandes Seres Libres e Iluminados (Arhats-Bodhisattvas).[15]
Al examinar las teorías de los maestros espirituales de la Atención Plena, la articulación Gautama-Freud afirma que el estado de consciencia ampliada y superior (ECA-S) se construye a partir de la profunda Responsabilidad y Compromiso con el Propósito de la existencia.
Una aproximación para los psicoterapeutas tradicionales hacia este reposicionamiento subjetivo es el interés por las diversas manifestaciones del Discurso Analítico de la Espiritualidad, cuyo amor por la libertad permite la Sublimación (Nirodh) de todas las creaciones y acontecimientos del espíritu activo e impermanente del Ser.
De este modo, las cualidades que caracterizan la Atención Plena del psicoanalista budista son la Productividad sublimatoria, la Globalidad holística y la Compasión Incondicional, siendo todos estos los aspectos que encarna el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva). Al encontrarse plenamente absorto en su tarea y praxis, mediante la destitución subjetiva y la trascendencia del Yo, la esencia ética del maestro espiritual no es más que una forma especial de mirada y una escucha, respondiendo con breves señalamientos mediante la complicada y silenciosa ética del bien-decir.
La articulación Gautama-Freud permite comprender al Ser Despierto (Buddha) como la combinación simultánea del mayor grado de presencia con el mayor grado de ausencia. Esta descripción es fundamental en el Maitriyana, para el cual la esencia de la vida espiritual se basa en el acto de permanecer plenamente atento al aquí y ahora, que es el momento en el que la Totalidad se combina con la Vacuidad. Esta trascendentalidad es un logro extraordinario, por lo que el psicoanalista lo mantiene en todo momento como meta o ideal. Todo psicoterapeuta tradicional debería preguntarse cuáles son los factores psíquicos que frustran esa Atención Incondicional, comprendiendo al mismo tiempo que sin el entrenamiento de la meditación analítica es improbable adquirir tal grado de eficacia. Sin embargo, con la práctica y experiencia del Psicoanálisis Budista, esa actitud de completa absorción en el presente se hace posible.[16]
El Maitriyana reconoce que está técnica Chan-Zen hubiera producido enormes efectos dentro de la visión de la psicología si tanto Fromm como Horney hubieran permanecido más tiempo en el mundo.[17]
[1] E. Rosch, Mindfulness meditation and the private (?) self.
[2] J. D. Safran, Introduction to Psychoanalysis and Buddhism: an Unfolding Dialogue.
[3] L. Learman, Buddhist Missionaries in the Era of Globalization.
[4] O. Flanagan, The Bodhisattva´s Brain: Neuroscience and happiness.
[5] A. Lutz, L. L. Greishar, N. B. Rawlings, M. Ricard y R. J. Davidson: Long-term meditators self-induce high- amplitude gamma synchrony during mental practice.
[6] P. Eckman, J. Campos, R. J. Davidson y F. De Waals, Emotions Inside Out.
[7] D. T. Suzuki y E. Fromm, Budismo Zen y Psicoanálisis.
[8] D. T. Suzuki y E. Fromm, Budismo Zen y Psicoanálisis.
[9] A. Compte-Sponville, El alma del ateísmo: introducción a una espiritualidad sin dios.
[10] D. M. Black, Psychoanalysis and Religion in the 21st Century: Competitors or Collaborators.
[11] N. Coltart, Slouching Towards Bethlehem.
[12] M. Von Der Ruhr, Simone Weil: An Apprenticeship in Attention.
[13] T. E. Cheever, Wired Love: Romance of Dots and Dashes.
[14] E. Jones, The Life and Works of Sigmund Freud.
[15] N. Coltart, Slouching Towards Bethlehem.
[16] K. Horney, Lecturas finales.
[17] S. Quinn, A mind of her own: the life of Karen Horney.
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