Diálogo Artístico con Barenboim

/MAITRIYANA

Gautama con Beethoven:

La Cura del sufrimiento con Arte Espiritual

Maestro Maitreya Buddha

Primer Movimiento

Desde las profundidades del Conocimiento Cumbre (Satori), el Existencialismo Budista hace accesible para todos los seres humanos la experiencia espiritual que experimentaron los grandes artistas de la historia. Siempre es importante estudiar la vida de un compositor, porque es allí donde aparece la esencia espiritual que permite entender su trabajo artístico. No hay que olvidar que tanto Gautama como Beethoven, en el momento en que contemplaron la posibilidad de su muerte, sea bajo una práctica ascética mortífera o bajo la acción del suicidio (Testamento de Heiligenstadt), fue donde produjeron sus trabajos más espirituales, como el descubrimiento del Camino Medio y la composición de la Segunda Sinfonía. Esto demuestra que es vital para un maestro espiritual –al igual que para un gran compositor- poder experimentar el aspecto más traumático de la existencia: la finitud. Por lo tanto, el Maitriyana considera que debe proporcionarse un elaborado estudio metafilosófico de Gautama y Beethoven para poder analizar sus obras espirituales.

Sin embargo, el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) comprende que las palabras no pueden explicar completamente la naturaleza espiritual del mensaje de la música clásica o de la meditación existencial. El Arte Espiritual tiene multiplicidad de sentidos y significaciones, pudiendo ser captado de acuerdo a los diferentes momentos de la vida. El Existencialismo Budista, por ser una práctica poética y metafilosófica, relaciona el Arte con el Ser, afirmando que la música es Espiritual y no-metafísica, pues su medio de expresión de lo Místico es pura y exclusivamente el mundo físico del sonido. Precisamente, el Maitriyana considera que la coexistencia permanente del mensaje espiritual a través del medio físico del sonido es donde reside la síntesis contemplativa de la música clásica. A esto se debe que cuando el maestro espiritual trata de describir con palabras a la práctica de la música clásica o la meditación existencial, en realidad no hace más que articular sus propias reacciones emotivas, pues nunca plasma la vivencia de la música o la contemplación en sí en tanto que éstas son inefables y trascienden el campo de la palabra.

La importancia espiritual de Gautama y Beethoven es algo que se percibe en el carácter revolucionario de sus composiciones sublimatorias, liberando a lo Místico de las convenciones estructurales de armonía que prevalecen en la religión y la cultura. De hecho, según el Existencialismo Budista, los últimos trabajos de Gautama y Beethoven muestran la voluntad de evanescer a todos los signos de continuidad, rompiendo con el gradualismo y mostrando cómo el sujeto puede llegar a su Liberación intrínseca en la experiencia poética del aquí y ahora. En concordancia con la Op. 111 de Beethoven, los últimos Sutras de Gautama muestran una estética espiritual aparentemente abrupta e inconexa. La articulación Gautama-Beethoven clarifica que la expresión sublimatoria del maestro espiritual no se ve limitada por el peso de la convención cultural, pues un Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) tiene valentía y coraje, las cuales son cualidades esenciales para la comprensión e interpretación analítica-existencial de lo Real. Esa actitud de osadía es una exigencia para los aprendices de la meditación existencial de Gautama y de la música clásica de Beethoven, pues sus composiciones metafilosóficas o artísticas exigen al sujeto dar muestras de valor e intrepidez en el uso de la dinámica de la imperfección, impermanencia e insustancialidad. La técnica espiritual de Beethoven de ascender el volumen energético de la música clásica con un intenso crescendo para luego continuar abruptamente con un pasaje suave fue algo que sólo había sido utilizado por los grandes maestros espirituales, quienes enseñaron a sus aprendices a practicar una contemplación capaz de producir un Despertar (Bodhi) súbito. En este sentido, Gautama y Beethoven solicitan al oyente que muestre valentía existencial, no temiendo llegar al borde del abismo de la Vacuidad, que es la línea de mayor resistencia del sujeto ante su Ser Verdadero que es la Nada.

A pesar de ser grandes maestros del silencio, Gautama y Beethoven fueron seres profundamente metapolíticos, pues aunque no les interesaba la política cotidiana ambos estuvieron preocupados por las cuestiones de la conducta ética y cómo la libertad puede ser desarrollada por el conjunto de la sociedad. Para el Maitriyana, el máximo nivel de la práctica contemplativa y artística se relaciona con el cumplimiento de los derechos humanos, defendiendo la libertad de pensamiento y expresión junto con la búsqueda de que el aprendiz tome consciencia de que es responsable de su propia existencia. A diferencia del concepto de libertad del Discurso Capitalista, relacionado con el funcionamiento económico del mercado, la estrategia del Existencialismo Budista se ha dado a conocer en la meditación existencial, la cual es la forma principal que sustenta la relación del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) con el mundo. En su condición de Espiritualidad más evolucionada de la Tierra (Gaia), el Propósito (Dharma) del Maitriyana es extender los beneficios de la Cura (Nirvana) a todos los seres vivos, valorando al prójimo y ayudándolo a alcanzar la verdadera Liberación, que es la capacidad de elegir el Camino de la vida.

Frecuentemente, se considera a la contemplación de Gautama y a la música de Beethoven respectivamente como nihilistas y dramáticas, como la primera Noble Verdad y las sinfonías Heroica y Quinta respectivamente, aunque esta lucha con la existencia representa únicamente un nivel de sus obras. Esto lo demuestra la tercera Noble Verdad de Gautama y la Sinfonía Pastoral de Beethoven, cuyos trabajos son más optimistas y expresan el contacto con los sentimientos que produce el bienestar y la Naturaleza. Según el Existencialismo Budista, la articulación Gautama-Beethoven yuxtapone incesantemente las cualidades de la introversión y la extroversión, al mismo tiempo que prescinde de todo tipo de superficialidad o timidez. La palabra de Gautama y la música de Beethoven tienen una expresión personal, íntima y en armonía con un elemento transpersonal y de grandeza, como en el Noble Óctuple Sendero y en el Concierto para Piano N° 4 o en la Novena Sinfonía. En la perspectiva de la articulación Gautama-Beethoven, el maestro espiritual alcanza un equilibrio dialéctico-paradojal entre la presión vertical de la forma artística y el flujo horizontal de la experiencia del Vacío, combinando armoniosamente los factores del tono, el acento y el tempo con un gran sentido de la libertad, el rigor y la fluidez. Para el Maitriyana, la cuestión del equilibrio y superación de los polos opuestos es una preocupación dentro del estado de consciencia ampliada y superior (ECA-S) del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva), tal y como lo demuestran la Ética del Desapego de Gautama y el Fidelio de Beethoven. La meditación existencial, al igual que la composición de música clásica, contiene un constante movimiento dialéctico-paradojal entre los polos opuestos, navegando desde la oscuridad hacia la luz, de lo negativo a lo positivo, de lo inconsciente a lo consciente, y viceversa. Así, la práctica contemplativa, sea en la forma de serenidad mental o en la forma del Arte Verdadero, es incapaz de toda superficialidad, pues en éste coexisten lo bueno y lo malo junto con lo bello y lo feo.

Para el Existencialismo Budista, la enseñanza de Gautama y la música de Beethoven son estructuras disipativas, pues pasan del Caos al Orden, tal como sucede en los derivados de la Segunda Noble Verdad y la introducción de la Cuarta Sinfonía. Así, el maestro espiritual siente y expresa a cada momento que el Orden es un imperativo de la existencia, guiando al sujeto hacia un Camino de Sublimación (Nirodh) poética del sufrimiento que genera la imperfección, impermanencia e insustancialidad de lo Real. Para el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva), el Orden existencial no deriva de la represión de los problemas de la vida sino de su misma superación. El Orden que desoculta la práctica contemplativa de Gautama y la música clásica de Beethoven es un acontecimiento absolutamente necesario para alcanzar el Despertar (Bodhi), que es nada menos que el ideal de la Serenidad y Evanescencia (Ataraxia-Nirvana) que transmite el Maitriyana al aprendiz. Por ello, la Segunda Noble Verdad y la Marcha Fúnebre no ocupan el último movimiento de la articulación Gautama-Beethoven, sino más bien el segundo de sus cuatro movimientos respectivos, lo cual posibilita que el sufrimiento no sea preponderante o definitivo. Aunque el Existencialismo Budista resume a la obra de Gautama y Beethoven con la afirmación de que el sufrimiento es inevitable, ciertamente también plantea a la meditación existencial y a la música clásica como la actitud del coraje de combatir al sufrimiento y hacer que la vida sea valiosa.

Segundo Movimiento

La articulación Gautama-Beethoven es un enfoque que redescubre experiencialmente la Verdad de la vida sin necesidad de apegarse a ninguna palabra dogmática. Esto se debe a que el trasfondo de esta perspectiva es la contemplación y la música, las cuales son prácticas que están más allá de las palabras ordinarias. A través de este Camino el maestro espiritual enseña al sujeto a entender su angustia, soltar su apego, realizar la evanescencia y cultivar la ética. Los grandes trabajos artísticos logran capturar la visión de la resolución de la angustia, como las sonatas de Beethoven y las sentencias de Proust y Basho.[1] Tales trabajos tienen éxito en la trascendencia dialéctica de la angustia porque aceptan la relación paradojal del Ser y la Nada, transmitiendo al aprendiz una forma de experimentar el Vacío sin ser agobiado por la Libertad que éste implica. La meditación existencial, al igual que la música clásica, provee la dignidad y profundidad que implica la mente que supera la angustia y las adversidades inherentes al proceso de vivir. El Maitriyana afirma que una prueba de que todo ser humano tiene una naturaleza búdica latente es el hecho de que Beethoven pudo componer una música tan sublime y revolucionaria a pesar de ser sordo. El Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) posee una voluntad y actitud inquebrantable frente a las dificultades, teniendo la visión idealista del maestro espiritual que atraviesa continuamente dentro del territorio nuevo del Existencialismo Budista. Así es cómo el Maitriyana transforma cada género que toca.

La articulación Gautama-Beethoven expande el Arte de la Filosofía y de la Sinfonía, tornando cada vez más contemplativa a la palabra y a la música, pues se trata de un posicionamiento dentro del campo de lo desconocido. La cualidad de aceptar y sobrellevar la angustia de la experiencia del Ser Vacío es algo que puede ser percibido explícitamente en las teorías de Gautama y en la Op. 110 de Beethoven, siendo claramente experimentado en la visión de la insustancialidad y en el movimiento lento del Arioso Dolente, cuya honestidad persiste en un apuntalamiento directo de los rasgos traumáticos de lo Real. El Existencialismo Budista puede capturar profundamente que la vida es valiosa a pesar de que ésta conlleva la expresión de ciertos momentos de tristeza. La articulación Gautama-Beethoven considera que incluso limitaciones como la sordera pueden ser consideradas como una bendición en lugar de una maldición, pues la Sublimación (Nirodh) permite que toda vivencia negativa pueda favorecer a la creatividad. El Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) mejora sus habilidades poéticas ante los conflictos, pues éstos permiten una concentración total en las composiciones sublimatorias. De esta manera, el Maitriyana explica que tanto Gautama como Beethoven pudieron transformar en algo positivo a las experiencias dolorosas y tristes, pues el ascetismo y la sordera produjeron en  ellos una reclusión del mundo que los abrió a nuevas formas de experimentar la vida al liberarlos de los sonidos intrusivos del medio ambiente social. Aunque la meditación existencial no implica necesariamente un alejamiento de la sociedad, ciertamente requiere una base de Libertad para poder recombinar las experiencias de la realidad en concordancia con el Deseo y Propósito (Dharma) del Ser. El adagio contemplativo del tercer movimiento del Op. 110 de Beethoven es uno de los ejemplos de esta estructura artística de la mente, el cual forma con el fugue un innovador estilo composicional. Al mismo tiempo, por medio de la meditación existencial y el Op. 110, la articulación Gautama-Beethoven enseña al sujeto un modelo de cómo superar la melancolía: el primer movimiento de la belleza de la vida; el segundo movimiento de la confusión y la ira (scherzo y el trio); el tercer movimiento de la desolación (arioso dolente); y el cuarto movimiento de la aceptación y vuelta al Camino de la vida (fugue). El maestro espiritual muestra poéticamente al aprendiz una Vía creativa que trasciende las limitaciones del espacio-tiempo y que tiene el poderoso efecto de reconciliarlo con la experiencia trascendente del aquí y ahora, que es donde la angustia se unifica con las cualidades de la paciencia y la reflexión contemplativa. A partir de aquí la experiencia de la Cura (Nirvana) del sufrimiento aparece como un proceso gradual de desocultamiento de la luz brillante del Ser, comprendiendo que la experiencia más bella y exaltante ocurre muchas veces en momentos dramáticos, pues la superación de la desesperación otorga al sujeto un cierto sentido de confianza en el Orden del Camino Espiritual. Esto es lo que discierne el Existencialismo Budista cuando estudia la articulación Gautama-Beethoven, afirmando que se trata del primer movimiento que en la historia de la Filosofía y la Música ha propuesto una composición integral y reconciliadora entre el Ser y la Nada, uniendo felicidad y drama dentro de un mismo trabajo sublimatorio. En este sentido, la palabra poética de Gautama y la música clásica de Beethoven son un Retorno a la Fuente de la vida y la muerte dentro del proceso místico del eterno presente. La vida y enseñanza del Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) es una constante demostración de que más allá de la incertidumbre que genera el existir, el Sol siempre está resplandeciendo detrás de las nubes. La meditación existencial y la música clásica son una celebración total del mundo tal como es, aceptando la imperfección, impermanencia e insustancialidad como aquello que en realidad le da valor a la vida. El Maitriyana es una guía espiritual para poder continuar viviendo a pesar de todo el sufrimiento que implica estar en el mundo, eligiendo la Serenidad frente a las adversidades, siendo esta cualidad de fluidez una actitud primordial que también aparece en el Daoísmo o en el segundo movimiento del concierto para piano nº23 de Mozart. La resolución de la angustia es un modo luminoso de ser, pues el acontecimiento del Desapego es la llave para el Despertar (Bodhi). Cuando se evanesce el dominio reactivo del Ego se produce un giro en la mente y el aprendiz deja de crear sufrimiento innecesario, pudiendo así aprender las enseñanzas del Cosmos que se manifiestan en la multitud de signos cotidianos. La sabiduría compasiva es la respuesta a todos los misterios, desarrollando una Voluntad infinita frente a todos los momentos dolorosos, como implica la depresión inherente a la pérdida de un ser amado. Éste es el secreto que reside en la Op. 110 de Beethoven y en la práctica contemplativa de Gautama. El Existencialismo Budista afirma entonces que ambos fueron dos de las personas más inspiradoras de la historia de la humanidad, mostrando en acto cómo se puede vivenciar profundamente la dignidad y la belleza aún ante la inevitable tragedia de la vida. Tal vez el Sermón de la Flor y la Op. 27 nº2 Moonlight sean las dos obras de arte más extraordinarias por expresar esta enseñanza espiritual sin recurrir a las palabras.

Tercer Movimiento

Toda música que sea comprendida como algo que emerge y termina en el silencio de la Nada es en sí misma una práctica de Atención Plena, pues ayuda a mantener a la mente en el momento presente sin ningún tipo de superficialidad. En realidad, el Verdadero Arte no proviene de afuera ni de adentro, sino de un espacio transicional que es trascendente y que Cura (Nirvana) a la consciencia. Cuando el sujeto escucha contemplativamente a la música clásica ocurre algo magnífico, tomando consciencia de que todo sonido y elemento físico emerge del Vacío. Esto es lo que se encuentra implícito en el silencio místico del maestro espiritual, el cual provee al aprendiz del espacio necesario para superar al dualismo, pues el silencio encarna la naturaleza búdica esencial del sujeto. En realidad, el sonido y el mundo fenoménico emergen, viven y mueren en el silencio de la Nada. La meditación existencial y la música clásica son anfitriones para la experiencia de la vida tal como es. El Despertar (Bodhi) es entonces un proceso de percepción –visión y escucha- de lo Real, autorrealizando el Propósito (Dharma) de la existencia dentro de la vida cotidiana. Por lo tanto, para el Existencialismo Budista la práctica contemplativa de la música de Beethoven es tan eficaz como el entrenamiento monástico, habilitando a la consciencia del aprendiz para prestar Atención Plena sobre los aspectos más tristes y bellos de la vida y la muerte. Esto evanesce a las distracciones neuróticas de la mente –como las preocupaciones por el pasado y el futuro- sin eliminar la experiencia del placer y de la insatisfacción, pues la articulación Gautama-Beethoven utiliza al Arte como un Camino Espiritual que transforma toda vivencia en un aprendizaje estético y ético. De este modo, el sujeto que practica meditación existencial sobre la base de la música clásica puede focalizar su mente de tal modo que esto lo ayude a lograr la Cura (Nirvana) de su existir. En el caso de Siddharta Gautama él sintió la necesidad imperiosa de comenzar su viaje espiritual tras haber escuchado una melodía dramática interpretada por una mujer. Además, el Despertar (Bodhi) de Gautama se produjo por medio de la Ética del Camino Medio que él aprendió tras escuchar las enseñanzas simples sobre cómo debe ser tocado un instrumento de música: si se toca demasiado suave la cuerda no producirá sonido, mientras que si se toca muy fuerte se romperá.

El Maitriyana afirma que la articulación Gautama-Beethoven permanece como contemporánea porque es un Arte Espiritual que se relaciona con la integridad ética y la naturaleza esencial de la condición del ser humano, llevando al aprendiz hasta una experiencia límite que no rehúye de los extremos. Según el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva), desde el conflicto y el Caos emerge un nuevo Orden. La práctica contemplativa consiste en la búsqueda de esta estructura que vincula a todo, pues la vida es como una gran obra de arte y no una colección de variaciones individuales. Por ello, el maestro espiritual enseña múltiples prácticas de meditación existencial, como percibir la relación mística que debe existir en el tempo, considerar al esfuerzo como parte integral de la expresión sublimatoria, comprender que la toma de distancia es un gesto expresivo, y cambiar la velocidad para poder llegar a la quietud y Serenidad. Siempre que se realice con sabiduría compasiva y con un Propósito (Dharma) sublimatorio, según la moralidad de la música clásica y la ética del Existencialismo Budista, no hay ninguna regla que no pueda romperse.

En este sentido, la meditación existencial puede funcionar como un tiempo robado (tempo rubato), aunque todo lo robado en algún momento debe ser devuelto a la sociedad. En la práctica contemplativa de la música clásica el tiempo robado (tempo rubato) ideal implica un momento caótico que luego vuelve milagrosa o místicamente a la armonía original. Ésta es la definición ética que realiza el Existencialismo Budista sobre el tiempo robado (tempo rubato), el cual no debería ser enfocado tanto sobre si ir lento o rápido sino más bien sobre en cuánto tiempo debe ser realizado. Sin embargo, dado que el tiempo robado (tempo rubato) está fuera de la sincronía del tiempo objetivo, obviamente es posible realizarlo de forma lenta o rápida, aunque el aprendiz suele tener tendencia a interpretarlo yendo más lento. En cambio, a pesar de que esto es más difícil, el maestro espiritual imperceptiblemente domina el arte del tiempo robado (tempo rubato) yendo más rápido, siempre devolviendo cuando llega a la armonía originaria, lo cual le da la posibilidad de algo muy creativo que no se encuentra en el movimiento existencial de la mayoría de las personas. Pero cuando el sujeto devuelve a la sociedad el tiempo robado (tempo rubato), sea de forma lenta o rápida, esto provee un sentido de rectitud que sólo se expresa a través de la Liberación.

La articulación Gautama-Beethoven considera que el asunto más importante y difícil cuando se presta Atención Plena sobre el estado artístico es que el sujeto debe ser capaz de estar permanentemente en un estado de transición contemplativa, en el sentido en que no debe estar apegado a su Ego, a los recuerdos de su pasado y a las expectativas de su porvenir. Estar realmente en el aquí y ahora implica un Desapego de lo que se hace o de lo que está sucediendo, pues todo es fundamentalmente impermanente. A esto se debe que el Maitriyana apoya la práctica del silencio frente a los conflictos. El Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) muestra que lo más importante que sucede en la vida es lo mismo que se produce antes del primer sonido y después de la última nota de una pieza musical: el silencio. Esta relación entre el sonido y el silencio es la característica que le confiere a la música clásica su dimensión espiritual, porque al igual que la vida el sonido tiene un trágico impulso natural hacia la muerte y el silencio. Por lo tanto, cuando el aprendiz está contemplando plenamente en el aquí y ahora básicamente está luchando contra la muerte del presente. Así es que según la articulación Gautama-Beethoven hay muchas similitudes y puntos en común entre la vida espiritual y la música clásica, es decir, entre el mundo del silencio y el mundo del sonido. Esto es fácil de comprender al estudiar las enseñanzas de un Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva).

En concordancia con la vida humana, el sonido emerge y termina en el silencio de la Nada. Cuando el silencio se expresa armónicamente en la meditación existencial o en la música clásica entonces se produce el acontecimiento de la rectitud, por lo que el silencio algunas veces puede ser más fuerte que la música, sirviendo como elemento de continuidad o como elemento de deconstrucción de los patrones rítmicos. Al igual que la vida humana, el sonido tiene un inicio que proviene de la Vacuidad, una duración espaciotemporal y una muerte en el silencio o una resurrección en otro sonido nuevo. La inevitabilidad de la impermanencia es la condición misma del ser humano y también es el elemento trágico y espiritual de la música clásica.

El Maitriyana establece que es importante que el sujeto reconozca y sea plenamente consciente de las emociones de alegría y dolor, porque sólo así puede desapegarse de aquellos factores que alteran el equilibrio necesario para la existencia. Por ello, la Atención Plena que genera la música clásica es una de las razones por las cuales da placer escuchar incluso cuando expresa el dolor de la vida y la muerte. Esta es la Espiritualidad fenomenológica del sonido que brinda el Arte para superar la finitud asociada con la existencia humana.

La articulación Gautama-Beethoven, por medio de la música contemplativa, crea una ola energética en la cual el aprendiz debe tener la habilidad de controlar el grado de liberación. Cuando el maestro espiritual crea una ola de sonido con el Propósito (Dharma) de incrementar la intensidad emotiva, se origina el ascenso y luego el descenso de la ola. Este principio de acumulación de intensidad con liberación relativa es uno de los rasgos que demuestra la maravillosa Espiritualidad de la música clásica. La esencia de este proceso radica en que no hay una liberación completa, manteniéndose la Vacuidad y la Interexistencia, por lo que el sujeto sólo puede vivenciar la Cura (Nirvana) como Camino y nunca como destino. El Despertar (Bodhi) brinda una media respuesta sobre el Sentido de la existencia, y esa media respuesta abre el sendero hacia una próxima pregunta, colocando al aprendiz en un área armónica distinta. La tensión que se encuentra en la meditación existencial y en la música clásica es efecto de este sentimiento que implica el Vacío y la Incompletud, que es algo del que el sujeto nunca se liberará. Por ello, la Liberación Espiritual nunca debe ser comprendida como Completud, pues esto es muerte y ausencia de aprendizaje. En el proceso de la Cura (Nirvana) siempre permanece un elemento que se mantiene intensamente despierto y que sólo puede ser liberado en parte. Según la articulación Gautama-Beethoven esto es el aspecto extraordinario de la música contemplativa: tal como la vida misma, nunca se la puede percibir completamente, funcionando como la cara oculta de la Luna. Frente a este constante proceso de descubrimiento, el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) afirma que la meditación existencial y la música clásica no son prácticas mundanas, sino que más bien conforman un modo de vida espiritual. Si el aprendiz realmente percibe su vida a través del Arte contemplativo tendrá una constante creatividad, pues el aburrimiento es un producto de la repetición y nunca puede emerger ante la innovación que caracteriza a la meditación existencial y a la música clásica. Por medio de estas prácticas el maestro espiritual enseña la importancia de que el momento presente es fundamentalmente irrepetible y sucede una única vez. La articulación Gautama-Beethoven aclara que al igual que en la vida, en la música contemplativa siempre aparecen elementos nuevos que pueden ser apreciados, incluso aunque se hayan escuchado muchas veces las mismas piezas artísticas.

Sin embargo, el Existencialismo Budista afirma que la meditación existencial requiere que la música siempre tenga un centro. En la estética del Maitriyana la belleza verdadera va más allá de la superficialidad de los colores y los ornamentos, pues se trasciende tanto la luz como la oscuridad en pos de la profundidad e importancia de aquello que es la esencia de lo Real: la imperfección, la impermanencia y la insustancialidad. En consecuencia, en la música contemplativa es parte integral una gran intensidad melódica que paradójicamente obtiene un mayor grado de reposo y serenidad. Ciertas combinaciones de sonidos inspiran reacciones emotivas como la felicidad y la tristeza debido a que la música clásica –al igual que la meditación existencial- es capaz de penetrar en las profundidades de la naturaleza búdica del ser humano.

Aunque la música contemplativa se expresa principalmente a través del sonido, éste no es su único elemento, pues obviamente tiene un contenido oculto que no puede ser correctamente articulado de un modo objetivo y racional. El contenido de la meditación existencial y de la música clásica va más allá de las palabras, ya que es un contenido espiritual vinculado con lo subjetivo, intuitivo y paradojal. La práctica del Existencialismo Budista es la concreción de este contenido místico que subyace a la articulación Gautama-Beethoven. Claramente, el Propósito (Dharma) de la música contemplativa –y posiblemente el de todo Arte- es hablar acerca de la existencia humana, expandiendo el pensamiento, sentimiento y carácter del sujeto, por lo que el aprendiz vivencia un enriquecimiento o transpersonalización de su vida cuando siente el comienzo misterioso de la Sonata Waldstein, cuando advierte el gesto trascendente del Opus 111 o cuando experimenta el comienzo delicado del Opus 110. El Maitriyana afirma que el sujeto que siente y entiende las obras contemplativas es mucho más rico que el que no lo ha hecho, pues la verdadera riqueza y Libertad se relaciona con aquella mente simple que es desapegada de lo material pero que es muy cercana al Arte Espiritual.

La meditación existencial y la música clásica tienen el objetivo de integrar al aprendiz con todos los elementos de la Totalidad, por lo que constituyen prácticas orgánicas que no pueden ser deconstruidas en partes separadas. Esto implica que se va más allá de las meras palabras interesantes o de los sonidos hermosos, trabajando en pos de una obra en la que todo está integrado y no se pueden detectar diferentes elementos. El Propósito (Dharma) del Arte Verdadero es la contemplación, integración y reconciliación (Maitri), es decir, la Espiritualidad. Por ello, es un hecho lamentable que no existe educación espiritual en las escuelas tradicionales, porque los niños que aprenden a practicar Espiritualidad –ya sea en la forma de la meditación existencial o en la de la música clásica- en realidad están aprendiendo sobre cómo integrarse con el Cosmos, comprendiendo cómo todos los diferentes elementos están en una constante interconexión e interdependencia. Esta es la mejor lección que el Arte y el Ser Libre e Iluminado (Arhat-Bodhisattva) enseñan acerca de la vida y la muerte.

[1] Stephen Bachelor, Buddhism Without Beliefs.

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